Elementos para una TEORÍA DEL ENTUSIASMO

La cara oculta de RAYUELA. Por Jorge Fraga

17 de julio de 2012

Apócrifas morellianas (28)

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Gloria a Dios que mediante su luz ha apartado las tinieblas de los corazones; en su equidad ha abierto lo que en el objeto de la búsqueda había quedado cerrado (...) Es un carisma dispensado a las inteligencias el consagrarse a la búsqueda; el desenlace de la búsqueda es el acto de encontrar. El signo que marca el acto de encontrar es la dulzura que se saborea en lo que se encuentra. De cualquier agua dulce lo aparente es lo que se bebe; pero lo oculto está velado. Quien lo busca no se cansa nunca de meditar, mientras que el común de las gentes no comprenden nada de lo que aquél busca.

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El libro del sabio y del discípulo

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3 comentarios:

  1. "El libro del sabio y del discípulo" es un relato árabe del s. X. Henri Corbin le consagra el segundo capítulo de su libro "El hombre y su ángel", de donde procede este extracto (Barcelona, Destino, 1995, tr. de María Tabuyo y Agustín López). Corbin lo denomina 'relato de iniciación'; aunque en este caso se trata, propiamente, de un relato 'sobre' iniciación.

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  2. En tanto que relato sobre la iniciación, "El libro del sabio y del discípulo" permite trazar algunas analogías entre su contenido y la recepción entusiasta de Rayuela. Para empezar, esta glosa que hace Corbin (pp. 95-96)sobre el prólogo del libro:


    "los dos temas centrales del libro: la resurrección de los muertos y la ética del legado confiado. (...) Esta resurrección pretende ser resurrección de los muertos en el sentido verdadero, es decir, de aquellos que están espiritualmente muertos, pues el sentido verdadero de la vida no es el de la vida biológica. La muerte espiritual es el desconocimiento, la agnôsia (jahl) o el agnosticismo bajo todas sus formas. La resurrección consiste en despertarse a este desconocimiento por el despertar a lo exotérico (bâtin), a lo invisible, a lo oculto. La resurrección consiste en despertarse de este desconocimiento por el despertar a lo esotérico (bâtin), a lo invisible, al sentido oculto. Todo lo que es aparente, todo lo exotérico (zâhir), tanto en relación a los fenómenos de la Naturaleza como a la letra de las revelaciones divinas, todo este phainômenon, implica un componente esotérico, el sentido oculto de una realidad invisible. El despertar del sueño de la consciencia exotérica (de la «Palabra perdida») es provocado por el ta’wîl, por la hermenéutica que promueve todas las cosas al rango de símbolos, y eso en toda la medida, y sólo en la medida, en que el ta’wîl opera eo ipso un nuevo nacimiento, el nacimiento espiritual. Ésta es la obra del iniciador, del sabio, al que, por esta razón, se le designa siempre como «padre espiritual»"

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  3. En la página 100:

    "Dicho de otro modo: hemos preservado la integridad de la Palabra, su componente exotérico y su componente esotérico, mientras que otros han despilfarrado el Tesoro. Este tesoro despilfarrado es la Palabra perdida, el contenido esotérico de las Revelaciones, del que se dice que es como la hierba que verdea y que tiene la dulzura del agua del Éufrates, mientras que lo exotérico, reducido a sí mismo, son las hojas muertas...

    (¡Las hojas muertas! El autor del libro -¡en el siglo X, y desde Oriente!- hace una clara referencia al cap. 84 de Rayuela)

    ...o la espuma que tiene el sabor amargo de las aguas marinas"

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