Elementos para una TEORÍA DEL ENTUSIASMO

La cara oculta de RAYUELA. Por Jorge Fraga

2 de julio de 2012

Un Ta'wîl poético: la lectura activa de Rayuela (3)

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«El ta’wîl», nos dice Henry Corbin, «es esencialmente comprensión simbólica, transmutación de todo lo visible en símbolos, intuición de una esencia o de una persona en una Imagen que no es ni el universal lógico, ni la especie sensible» (La imaginación creadora…, ed. cit., pp. 25-26 ).

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Comprensión simbólica; transmutación de lo visible en símbolo: resulta difícil hacerse cargo de las palabras de Corbin si no somos capaces de discernir claramente en qué consiste un símbolo. Para una cultura secularizada como la nuestra, en la que el Cerco del Misterio –para usar la feliz terminología de Eugenio Trias– ha quedado relegado al olvido, el concepto «símbolo» difícilmente preservará su genuino carácter trascendente, en función del cual la Imagen simbólica deviene propiamente un pasaje entre los mundos; la irrupción, en el mundo de lo cotidiano, de una misteriofanía.

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El islamólogo francés, plenamente consciente de estas dificultades, procura preservar desde el principio esta especifidad del símbolo:

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Debemos volver aquí a la distinción, que consideramos fundamental, entre alegoría y símbolo: la primera es una operación racional que no implica el paso a otro plano del ser ni a otro nivel de conciencia; es la figuración, en un mismo nivel de conciencia, de lo que muy bien podría ser conocido de otra forma. El símbolo propone un plano de conciencia que no es el de la evidencia racional; es la «cifra» de un misterio, el único medio de expresar lo que no puede ser aprehendido de otra forma; nunca es «explicado» de una vez por todas, sino que debe ser continuamente descifrado, lo mismo que una partitura musical nunca es descifrada para siempre, sino que sugiere una ejecución siempre nueva.

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Así pues el símbolo, entendido en estos términos, implica necesariamente una multiplicidad de niveles, tanto de realidad como de conciencia; ello constituye la base para el ta’wîl, al que Corbin llama también exégesis simbólica, y que consiste precisamente en realizar, a partir de un texto revelado, el paso de un nivel a otro.

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La doble textualidad de Rayuela, su dualidad entre la novela Rayuela, por un lado, y el Rayuela insólito, por el otro, se corresponde perfectamente con la dinámica simbólica descrita por Corbin. La novela Rayuela pertenece al mundo de lo cotidiano; el Rayuela insólito, a su vez, pertenece al mundo del misterio. De acuerdo con ello, para llegar a ver el Rayuela insólito es necesario poner en funcionamiento esa «intuición» simbólica de la que habla el autor francés, y que implica el salto hacia un nuevo nivel de conciencia, distinto al habitual.

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No soy yo, Jorge Fraga, quien lo dice: el propio texto de Rayuela habla de esto mismo. Y lo hace en numerosas ocasiones, en el momento más inesperado, aunque siempre de un modo más o menos disimulado; dando la impresión, por ejemplo, de que se está hablando de otra cosa. En cualquier caso, es prerrogativa del lector activo, su deber y su privilegio, el saber identificar esos momentos, pues forman parte integrante del dispositivo de una lectura abocada al entusiasmo. Siendo así, a este lector activo no le hace ningún favor la Teoría del Entusiasmo al señalarle alguna de esas ocasiones, como ya ha sucedido anteriormente –con las exégesis del cap. 84 y del cap. 97–, y como sucede ahora con este nuevo ejemplo extraído del cap. 54 de Rayuela. Las cursivas son mías:

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Y tampoco su beso era para ella, no ocurría allí grotescamente al lado de una heladera llena de muertos, a tan poca distancia de Manú durmiendo. Se estaban como alcanzando desde otra parte, con otra parte de sí mismos, y no era de ellos que se trataba, como si estuvieran pagando o cobrando algo por otros, como si fueran los gólems de un encuentro imposible entre sus dueños. Y los Campos Flegreos, y lo que Horacio había murmurado sobre el descenso, una insensatez tan absoluta que Manú y todo lo que era Manú y estaba en el nivel de Manú no podía participar de la ceremonia, porque lo que empezaba ahí era como la caricia a la paloma (...) De alguna manera habían ingresado en otra cosa, en ese algo donde se podía estar de gris y ser de rosa, donde se podía haber muerto ahogada en un río (y eso ya no lo estaba pensando ella) y asomar en una noche de Buenos Aires para repetir en la rayuela la imagen misma de lo que acababan de alcanzar, la última casilla, el centro del mandala, el Ygdrassil vertiginoso por donde se salía a una playa abierta, a una extensión sin límites, al mundo debajo de los párpados que los ojos vueltos hacia adentro reconocían y acataban.

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La exégesis corre de cuenta de cada uno.

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6 comentarios:

  1. La esencia interior y absoluta de Dios se aparece como belleza(...)Pero la fuente original de la belleza sólo está en Dios, y se muestra en el espíritu del E N T U S I A S M A D O por él.(FICHTE)

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  2. Lo allende lo racional, lo que lo reduce a una ínfima isla entre tantas del infinito mar de la CIFRA está, con toda la trascendencia y verdad postuladas por Platón y Miguel Cané, en su etimología, CEFER= CERO...

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  3. Así como detrás de toda metáfora está el mito que no es ni un decir, ni un contar ( o remar) sino el SILENCIO, detrás de toda cifra está el CERO...

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    1. Quizá sea así, en el fondo...

      Pero ahí falta añadir algo, según mi visión, para que Rayuela encaje en el dibujo. Más allá de lo aparente está lo oculto: lo oculto no es propiamente un 'silencio', sino un 'verbo' que opera desde otro nivel de la mirada y de la conciencia.

      El silencio, ese 'cero' del que tú hablas, ¿no sería más bien el intervalo entre lo manifiesto y lo oculto? Una condición sine qua non, incognosférica, para realizar el salto de un nivel al otro. Luego, más allá, habría sin duda otro Silencio más grande, esta vez agnosférico; pero eso ya es lo Oculto de lo Oculto, y hay que ser muy atleta para practicar ese otro salto...

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    2. Dios es ese manto negro que recubre la estrella, no es luz propiamente, permite la luz, la sustenta.
      Detrás de las cosas de la magnificas "turas" se encuentra el valor de la posibilidad, del juego, del recrear con mi mirada la realidad que deseo dibujar y casualmente se sobrepone sobre ella... En la sombra se encuentra un agua que brilla, refleja la construcción de un paraíso que nos espera...

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  4. "hay que ser muy atleta para practicar ese otro salto..." Si habremos sopesado, meditado sobre ese atletismo, ese salto; si lo habremos barruntado con pueriles y párvulas pretensiones , deshojando margaritas occidentales y orientales, antes de dar vueltas las páginas de LOS PREMIOS, en esa adolescencia de angustias y estupores similares del personaje de LAS TRIBULACIONES DEL ESTUDIANTE TÖRDLES, ante el CERO,el INFINITO... Julius Evola , en su DOCTRINA DEL DESPERTAR, reseña el ATLETISMO del budismo primitivo...

    Matgioi parece acercarse más a vos, en el uso del CERO cuando insiste en que "el CERO es NÚMERO no ausencia de CIFRA..."

    Antes de atrevernos a farfullar sobre "El silencio, ese 'cero' del que tú hablas, ¿no sería más bien el intervalo entre lo manifiesto y lo oculto?..." no es pueril recordar que todo esto del ATLETA y del SALTO está previsto en la armonía preestablecida de la RAYUELA, en los SIMBOLISMO y las PARAMYTHIAS del TABLÓN y el CIRCO...

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