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Entre lo visible de Rayuela
(la novela) y su parte oculta (el Rayuela insólito) Cortázar dispuso
multitud de pasajes, puentes, puertas y ventanas que permitiesen el tránsito
del uno al otro: el autor los denominó «intercesores». En ellos se puede
observar (siempre en modo metafórico) o bien una contraposición entre lo oculto
y lo manifiesto, o bien un cuestionamiento de lo visible, o bien una
vindicación de lo oculto. ¿Cuántas veces lo dijo? ¿Cuántas metáforas distintas
utilizó?
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Rayuela, capítulo 56
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Si de hecho Traveler podía matarlo (…), todo lo movía a negar esa posibilidad en un plano en que su ocurrencia de hecho no tuviera confirmación más que para el asesino. Pero mejor todavía era sentir que el asesino no era un asesino, que el territorio ni siquiera era un territorio
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Rayuela,
capítulo 84
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pienso en esos estados excepcionales en que por un instante se adivinan las
hojas y las lámparas invisibles, se las siente en un aire que está fuera del
espacio. Es muy simple, toda exaltación o depresión me empuja a un estado
propicio a
lo llamaré paravisiones
es decir (la malo es eso, decirlo)
una aptitud instantánea para salirme, para
de pronto desde fuera aprehenderme, o de dentro pero en otro plano,
como si yo fuera alguien que me está mirando
(mejor todavía –porque en realidad no me
veo–: como alguien que me está viviendo)
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Rayuela,
capítulos 55 y 133
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y de todo eso nacía como una explicación que Traveler era incapaz de
rechazar, un contagio que venía desde más allá, desde alguna parte en lo hondo
o en lo alto o en cualquier parte que no fuera esa noche y esa pieza, un
contagio [que] a través de Talita lo poseía a su vez, un balbuceo como un
anuncio intraducible, la sospecha de que estaba delante de algo que podía ser
un anuncio, pero la voz que lo traía estaba quebrada y cuando decía el anuncio
lo decía en un idioma ininteligible, y sin embargo eso era lo único necesario
ahí al alcance de la mano, reclamando el conocimiento y la aceptación,
debatiéndose contra una pared esponjosa, de humo y de corcho, inasible y
ofreciéndose, desnudo[,] entre los brazos pero como de agua yéndose entre
lágrimas
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Rayuela,
capítulo 133
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–Bajamos en el montacargas, y él fue a cerrar una de las heladeras, era tan
horrible.
–De manera que bajaste –dijo Traveler–. Está bueno.
–Era diferente –dijo Talita–. No era como bajar
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