Elementos para una TEORÍA DEL ENTUSIASMO

La cara oculta de RAYUELA. Por Jorge Fraga

11 de julio de 2016

Borrados (2)

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Para la Teoría del Entusiasmo, Cortázar escribió Rayuela en una doble contabilidad textual: como texto A, en la fachada, para los «lectores pasivos», tenemos una novelacomo texto B, en lo profundo, para los «lectores activos y cómplices», se esconde el libro oculto. La existencia de éste último –el «Disculibro» para Cortázar, el «Rayuela insólito» para nosotros– está anunciada por toda la obra en forma de alusiones e indicios, siempre más o menos ambiguos, siempre más o menos oscuros. Algunas pistas del mismo estilo figuran en los avant-textes de la obra (Manuscrito de Austin, Cuaderno de Bitácora, Capítulos Desestimados), pero luego no se incluyeron en el libro. Al leerlos, fácilmente puede deducirse que su ambigüedad era demasiado tenue para el umbral de dificultad que Cortázar se había autoimpuesto. Aquí los denominamos «borrados».
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La comparación con Collins
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En el capítulo 99 de Rayuela asistimos a un diálogo entre diversos miembros del Club, centrado en la obra e ideas de Morelli. En cierto momento Horacio replica así a un comentario de Perico Moreno:
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–Cree en el soma –dijo Oliveira–. El soma en el tiempo. Cree en el tiempo, en el antes y en el después. El pobre (...) no se ha dado cuenta de que nada se sostiene si no lo apuntalamos con miga de tiempo, si no inventamos el tiempo para no volvernos locos.
–Todo eso es oficio –dijo Ronald–. Pero detrás, detrás...
–Un poeta –dijo Oliveira, sinceramente conmovido–. Vos te deberías llamar Behind o Beyond, americano mío. O Yonder, que es tan bonita palabra.
–Nada de eso tendría sentido si no hubiera un detrás –dijo Ronald.
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No es este intercambio de pareceres lo que nos interesa hoy aquí, sino lo que Cortázar suprimió del mismo en su paso del Manuscrito de Austin a la edición definitiva de Rayuela, y que veremos enseguida; no obstante, cabe señalar brevemente que este diálogo nos sitúa plenamente en las coordenadas propias de la Teoría del Entusiasmo. Mirándolo bien, contiene una invitación a ir más allá de lo manifiesto del propio texto, a transmutar lo literal en figura metafórica. En esta guisa podemos interpretar, por ejemplo, la última frase pronunciada por Ronald: nada de eso (en alusión a lo que Morelli escribe, o sea, al propio argumento de Rayuela) tendría sentido (pues se presenta como un cúmulo de absurdos, «un texto desaliñado, desanudado, incongruente») si no hubiera un detrás (es decir, si no fuera porque su verdadero sentido se halla más allá de lo aparente).
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En el Manuscrito, tal como hemos dicho, las cosas iban de otro modo. Allá, terminado el parlamento de Oliveira, a continuación de «para no volvernos locos», constaba la siguiente intervención de Etienne [transcribo según la edición Archivos]:
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–Además que a Morelli /no le/ [maldito si le] importan esas contradicciones –dijo Etienne–. Incluso las provoca, y le ocurre repetir / escribir más de una vez / una misma escena con inclusión de ciertos personajes, o variando su situación material o psicológica. (...) Eso va mucho más / allá de los trucos a la manera de [un] Wilkie Collins en The Moonstone, porque lo que Morelli quiere decir, me parece, es que se trata de una sola y única escena, que hay que componer como las tricromías, superponiendo las planchas y los colores 
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Sabemos que los miembros del Club, cuando hablan del libro de Morelli, se están refiriendo a Rayuela; sin embargo, este párrafo no tiene sentido para esta última obra leída en su sentido literal. En la novela Rayuela no hay repetición alguna, sino que se respeta la linealidad temporal, ese «antes y después» que Oliveira le espetaba más arriba a Perico (descarto esas dos repeticiones idénticas que se dan, por un lado, al reproducir el capítulo 55 en los 192 y 133, y, por el otro, al remitir dos veces al último capítulo, el 131, para encerrarlo en un bucle: esas dos repeticiones literales no se corresponden para nada con la idea que estamos viendo aquí). Pero si no hay repetición, ¿qué relación tiene entonces el libro de Cortázar con la novela de Collins? Lo más característico de La piedra lunar, y que Cortázar señala en el apunte, es precisamente la existencia de diversos relatos de un mismo acontecimiento –el robo de una piedra preciosa–, según lo cuentan distintos personajes. La controversia está servida. 
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Sería absurdo pensar que Cortázar suprimió este pasaje por su misma incongruencia. Más bien debemos preguntarnos por qué se le ocurrió, en un momento dado, esa idea de la repetición, y la subsidiaria comparación con Collins. ¿A qué podía referirse con ello? Para la Teoría del Entusiasmo, la respuesta es muy fácil: ahí el escritor está aludiendo a los contenidos ocultos de su obra. En efecto, el Rayuela insólito está formado por la repetición de un mismo episodio, según la estructura que en música se denomina tema con variaciones. Yo mismo doy fe de ello; así es como Rayuela se me ha mostrado a mí, en una lectura extraordinaria e insólita. Y así podría mostrárselo a ustedes en cualquier momento; sin embargo, haciendo mía la postura del escritor, no pienso decir más de lo que llegó a decir el propio Cortázar. Cuál pudo ser ese episodio es algo que cada lector debe descubrir por sí mismo. 
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Así pues, la verdadera estructura de Rayuela es repetitiva, como la de La piedra lunar de Wilkie Collins: esto es lo único que Cortázar llegó a concretar abiertamente sobre los contenidos ocultos de su obra. Nunca dijo más; pero, para compensar, lo dijo dos veces. El autor habla exactamente de lo mismo en una carta remitida a su amigo Jean Barnabé (una misiva que en otro lugar denominé «la Carta Delatora»). La fecha es del 30 de mayo de 1960, cuando el proyecto de Rayuela lleva prácticamente año y medio plasmándose en el papel:
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Esto (...) ha sido en general enfocado como lo hizo Wilkie Collins en The Moonstone, es decir, un mismo episodio “visto” por varios testigos, que lo van contando cada uno a su manera. Pero yo creo ir un poco más lejos, porque no cambio de testigo, sino que le hago repetir el episodio... y sale distinto. ¿No le ocurre a usted, al contar algo a un amigo, darse cuenta que las cosas eran diferentes de lo que creía? A mitad del relato, un golpe de timón desvía el barco (Cartas, p. 425)
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Aquí es posible distinguir claramente una diferencia con La piedra lunar que el parlamento de Etienne, de por sí bastante confuso, no alcanzaba a mostrarnos: frente a los diversos testigos de Collins, cada uno con su propio relato, Cortázar tiene uno solo, siempre el mismo, que repite su propia historia en modos diversos. En la misma carta, dos líneas más abajo, el escritor argentino llega a desvelar, ni que sea de un modo ambiguo, más entresijos de la misteriosa elaboración de su libro:
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Pero como el lector se aburriría si tuviera que leer dos veces seguidas un mismo relato, en el que los cambios serían siempre pocos con relación al total, he fabricado una serie de procedimientos más o menos astutos, que sería un poco largo contarle ahora. Basta decirle que el libro ocurre mitad en B. A. y mitad en París (...), pero que con frecuencia los episodios se cumplen en un “no man’s land” que la sensibilidad del lector deberá situar, si puede. (íd.)
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Volvemos a lo mismo: esta visión de Cortázar poniendo a prueba las capacidades del lector encaja mucho mejor con la Teoría del Entusiasmo que con la visión común de Rayuela. ¿No será este «no man's land», un territorio cognitivo fuera de lo ordinario, un sinónimo de nuestro entusiasmo? 
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Nuestra concepción del asunto no sólo permite explicar la comparativa con Collins; también justifica la eliminación del párrafo del Manuscrito. Si el astuto Cortázar acabó suprimiendo toda alusión a La piedra lunar y a la idea de una repetición de lo mismo en Rayuela es por la misma razón que suprimió la primitiva cabecera de su obra, ese diálogo de Los tres mosqueteros que vimos el día anterior. A saber; porque tanto lo uno como lo otro constituían indicios demasiado explícitos de la existencia del libro oculto, del Disculibro, del Rayuela insólito. Demasiadas facilidades para un lector que se deseaba cómplice, y no mero espectador.
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Ahora, tras haber comprendido el peso y el valor de la alusión a La piedra lunar, podemos volver a glosar el diálogo del capítulo 99: detrás del «soma» de Rayuela, detrás de esa novela concebida en términos de «antes y después». se encuentra un relato poético que escapa, por su repetición, a la lógica del tiempo cronológico. Y eso debe llegar a situarlo la capacidad hermenéutica del «lector activo». Si es que puede...
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