Elementos para una TEORÍA DEL ENTUSIASMO

La cara oculta de RAYUELA. Por Jorge Fraga

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12 de enero de 2012

Entusiasmosofía (VI, bis)

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A Freud se le atribuye actualmente el haber hecho al mundo consciente de su Inconsciente. Esto sólo en parte es verdad. Freud logró que el mundo notara sólo un aspecto del Inconsciente, el hemisferio del primitivismo animal. Una visión mucho más completa del Inconsciente la brinda el viejo contemporáneo de Freud F. W. H. Myers, cuya gran cantidad de estudios sobre la «conciencia subliminal» constituye, en palabras de William James, «el primer intento» de examinar los fenómenos de la alucinación, el hipnotismo, el automatismo, la doble personalidad y lo mediúmnico –y James podría haber añadido «el genio, la inspiración y el sueño» a su lista– como partes conectadas de un tema entero». (…) Freud subrayó sin fundamento lo que llamamos el aspecto negativo del Inconsciente e ignoró sus aspectos positivos, mucho más importantes. El freudiano tiende a pensar que la casa de la mente tiene sólo dos pisos –una planta baja de conciencia personal, y un sótano lleno de basura y de ratas y escarabajos negros–, el inconsciente personal, el hogar de los deseos reprimidos, los conflictos subterráneos, supurando las ruinas de un pasado que se niega a morir. Pero de hecho, como subraya Myers, la casa de la mente es una estructura de muchos pisos, y el subsuelo no tiene piso, y el ático no tiene techo. Como ha sostenido Myers y como todos los maestros de la vida espiritual han sabido opr experiencia directa, ambos se abren al infinito de lo que James llamó la conciencia Cósmica, lo que los místicos llaman la cabeza de Dios, el Atman-Brahmin, la Luz Cristalina, el Vacío. Y en alguna parte hacia estos altillos sin techos, estas catacumbas sin fondo, se encuentran las regiones de las que el genio toma su inspiración.

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Aldous Huxley, «El genio» (1956)

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Entusiasmosofía (VI)

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«Inspiración» significa «inspirar o respirar hacia». Y este insuflar ideas novedosas y valiosas a la conciencia personal, cuyo origen está fuera de esa conciencia, es la marca de distinción del genio. Una pregunta se nos plantea. ¿Qué logra el inspirar? ¿Quién es el inspirador? Según Sócrates, el que insuflaba era su daimon o dios tutelar; para los poetas de la Antigüedad, esta o aquella musa que, en palabras de Hesíodo, «amplían la mente del hombre con el conocimiento, y hacen a su lengua hablar desde los cielos». Para los primeros filósofos y los teóricos de la medicina de los tiempos helénico-romanos, la inspiración y el sostén ajeno al yo era el Pneuma, el alma y la sustancia indiferenciada del universo. Para Platón y Aristóteles era el Nous, o la Razón Interior. Según los estoicos el dios inmanente era llamado Logos. El Logos ingresa en la cristiandad como «el Verbo», una traducción muy pobre y parcial del original, de muchos significados. «En el principio fue el Verbo… En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres». Del griego pasamos al latín y la palabra Spiritus, que, como Pneuma, significa ‘aliento’ y es, como su etimología sugiere, la fuente de «ins-piración». Había un Spiritus de los dioses, de donde proviene inspiratio divina. Había un espíritu impersonal o aliento de vida. Había espíritus malignos o tramposos. Estaban los espíritus de los muertos, de regreso para dañar o ayudar a los vivos. Y finalmente, tras el surgimiento de la cristiandad, estaba el Espíritu, la tercera persona de la Trinidad. Mezcladas sin coherencia, estas concepciones varias (médicas, míticas, filosóficas, teológicas, espirituales) fueron utilizadas, a lo largo de los siglos, para dar cuenta de los hechos de inspiración observados. Hoy preferimos hablar de «lo Inconsciente» y de las «irrupciones en lo consciente de material subliminal». Las palabras tienen un aura poderosamente científica; pero que expliquen los hechos más satisfactoriamente que Espíritu, Logos, Pneuma, Daimon, e inspiración, es discutible.

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Aldous Huxley, «El genio»

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17 de mayo de 2011

Prefacios (3): Teoría del entusiasmo (versión sintética)

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El conocimiento es una función del ser

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Aldous Huxley, La filosofía perenne

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