Elementos para una TEORÍA DEL ENTUSIASMO
La cara oculta de RAYUELA. Por Jorge Fraga
19 de julio de 2016
Borrados (1)
1 de noviembre de 2011
Apócrifas morellianas (14)
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-No vamos a poder saber de este modo –protestó lord de Winter, cuando los tres amigos se hubieron identificado–, quiénes sois en realidad, nos resulta imposible batirnos con quienes llevan semejantes nombres, que más bien parecen apodos propios de un pastor.
-Debéis comprender, milord –intervino Athos–, que se trata de nombres supuestos.
-Lo que no hace más que acrecentar nuestros deseos de conocer los verdaderos –contestó el inglés.
-Sin embargo –objetó Athos–, no os privasteis de apostar contra nosotros sin saberlo, ni sentisteis escrúpulos por ganarnos los caballos.
-Es cierto; pero sólo se trataba entonces de arriesgar algunos doblones, mientras que ahora está en juego nuestra sangre. Uno puede jugar contra todo el mundo, pero batirse únicamente con sus iguales.
-Me parece justo –admitió Athos.
Y se llevó aparte al inglés que debía batirse con él, enterándole en voz baja de su auténtico nombre.
Porthos y Aramis hicieron lo mismo, por su parte.
-¿Os resulta suficiente? –le preguntó Athos a su adversario–. ¿Me consideráis lo bastante noble para concederme el honor de cruzar nuestras espadas?
-Desde luego, señor –contestó el inglés, inclinándose.
-Pues bien –replicó fríamente Athos–. ¿Queréis que os diga ahora otra cosa?
-¿Cuál, señor?
-Que hubiera sido mucho mejor para vos no obligarme a que os revelara mi verdadero nombre.
-¿Por qué razón?
-Porque se me cree muerto, porque tengo motivos para desear que nadie me sepa con vida y porque para evitar que mi secreto sea divulgado, me veré obligado ahora a mataros.
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Alejandro Dumas, Los tres mosqueteros
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31 de octubre de 2011
Apócrifas morellianas (13)
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A la vista de los datos, debe concluirse que Alejandro Dumas previó la insistencia del público del siglo XX (e inicios del siguiente) en tratar la mayor obra de Cortázar como si fuera una novela, en vez de un libro insólito. El famoso escritor francés quiso dejar constancia de este apercibimiento en un pasaje perteneciente al cap. XIII de Los tres Mosqueteros, de incuestionable carácter alegórico:
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-¿Cómo os llamáis, entonces? –preguntó el comisario, dirigiéndose a Athos.
-Mi nombre es Athos, señor –repuso el mosquetero, con una cortés inclinación de cabeza.
-¿Athos? ¡Eso no es nombre de persona, sino el de una montaña! –gritó fuera de sí el comisario, cuya cabeza empezaba a dar vueltas.
-Sin embargo, es el mío –contestó tranquilamente Athos.
-Pero vos habéis dicho antes que os llamabais d’Artagnan.
-¿Yo?
-¡Sí, vos!
-Sucedió más bien que me dijeron: “¡Vos sois monsieur d’Artagnan!”, y yo contesté: “¿Lo creéis así?”. Los guardias insistieron en asegurarme que estaban seguros de ello, y me dio pena desilusionarles. Me hicieron dudar porque, por otra parte, uno puede a veces andar equivocado.
-¡Estáis insultando la dignidad de la justicia, señor!
-Nada más lejos de mi intención, señor –replicó Athos sin perder su plácida calma.
-¡Vos sois monsieur d’Artagnan!
-¿Lo estáis viendo? También vos insistís en ello.
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