Elementos para una TEORÍA DEL ENTUSIASMO

La cara oculta de RAYUELA. Por Jorge Fraga

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1 de octubre de 2011

Entusiasmosofía (III)

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El Teorema ilustrado por Daumal

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La página 0 del “Cuaderno de Bitácora” de Rayuela, presumiblemente apócrifa, constituye en cualquier caso una auténtica serendípia. Sus beneficios para una mayor comprensión de las relaciones entre lo divino y lo humano –y, por lo tanto, del Entusiasmo- todavía no han sido debidamente aquilatados. Un primer fruto heurístico suyo fue la formulación del Teorema del Entusiasmo, el día 31 de julio del mismo año, con la que se inauguraba esta nueva sección del blog, y que transcribo nuevamente aquí:

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Toda persona cuyas potencias se hallen dispuestas mirando hacia arriba tiene más probabilidades de experimentar el entusiasmo –y muchas más de repetirlo- que cualquier otra persona cuyas potencias se hallen dispuestas mirando hacia los lados o no se hallen dispuestas en absoluto

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Este Teorema es exacto. La cuantificación por él establecida es absolutamente precisa: se trata, ni más ni menos, de tener más probabilidades. Otra cosa no es posible cuando hablamos de entusiasmo; pero esto ya lo veremos más adelante. Por ahora, centrémonos en lo que pueda significar «tener las potencias dispuestas hacia arriba» y «tener las potencias dispuestas hacia los lados», así como «no tener las potencias dispuestas en absoluto».

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Está claro que estas indicaciones topográficas vienen dadas por el bitacórico Mapa de la Conciencia Humana: tener las potencias sin disposición alguna denota una estéril dispersión de las propias energías por el campo cognosférico de las líneas isognosas; a su vez, tener las potencias mirando hacia los lados significa concentrar las energías en una dirección, pero siempre dentro de una misma línea isognosa, o como mucho en el paso de una línea isognosa (por ejemplo, el arte) a otra de valor aproximado (por ejemplo, la filosofía), sin llegar a rebasar nunca las fronteras de la Cognosfera; finalmente, tener las potencias dispuestas hacia arriba supone invertir las propias energías en una sola dirección y con una (in)cierta previsión de abertura de la barrera epistemoclina, permitiendo el acceso del sujeto al dominio de la Incognosfera. En otras palabras, esta última opción supone una apuesta por la trascendencia.

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El Teorema remite al Mapa, ciertamente; pero el carácter derivado del primero con respecto del segundo conlleva para mi discurso un carácter tautológico que me aleja de mis intenciones últimas. Así pues, voy a arrojar un poco más de luz sobre estas cuestiones tan interesantes, apelando a una fuente externa

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Y quién mejor que el malogrado René Daumal, maestro en analogismos, para iluminar esta cuestión con las vivas antorchas de su escritura. Su Monte Análogo constituye una referencia ineludible en lo que respecta a los asuntos que aquí tratamos; de hecho, ya quedó constancia de ello a través del pequeño ciclo de Morellianas Apócrifas que le he dedicado en este blog (véanse entradas del 1 de julio, 31 de agosto, y 1 de septiembre). Ahora quiero rescatar, precisamente, la última de estas entradas, la Apócrifa 11ª, que empezaba de esta guisa:

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Con nuestros cálculos –sin pensar en ninguna otra cosa-, con nuestros deseos –dejando de lado cualquier otra esperanza-, con nuestros esfuerzos –renunciando a cualquier comodidad-, forzamos la entrada de ese nuevo mundo.

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Cálculos, deseos y esfuerzos: a esto mismo es a lo que se refiere el Teorema al hablar de potencias. Los “cálculos” son las potencias intelectivas del ser humano; los “deseos” son sus potencias emotivas; y los “esfuerzos” son sus potencias anímicas. Todas ellas pueden orientarse deliberadamente –aunque también cabe contemplarlo en un momento dado como algo accidental- en una dirección determinada. Es decir: disponerse. Pero ¿hacia dónde? Enseguida veremos qué puede significar en términos daumalianos disponerse tanto hacia arriba como hacia los lados; pero antes veamos que no disponerse en absoluto resulta precisamente lo contrario de “renunciar a cualquier comodidad”.

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El acomodo en lo dado, la aceptación pasiva de lo recibido, constituye el principal obstáculo para la consecución del estado de entusiasmo. El Evangelio dice algo de esto, parabólicamente, en referencia a unas monedas recibidas y que alguien entierra en la arena. Y André Gide concibió para su conjura la fórmula Ne profiter de l’élan acquis. La comodidad es la Gran Costumbre cortazariana –precisamente, el gran escritor argentino adoptó por lema la frase de Gide- cuyos tentáculos asumen innumerables formas para atrapar al más avispado. La comodidad es el anti-espíritu; si no es el pecado original, sí es, sin duda, uno de los capitales.

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Así pues, en la dicotomía esfuerzo/comodidad hallamos una feliz correspondencia daumaliana para nuestra teorética disposición/no-disposición. A su vez, la disposición hacia los lados, así como la disposición hacia arriba, encuentran su debida correlación en la segunda dicotomía daumaliana, la que enfrenta “nuestros deseos” a “cualquier otra esperanza”. Aunque quizá debiéramos, mejor, invertir el orden: de lo que se trata, en el fondo, es de mantener nuestra esperanza, frente a cualquier otro deseo que nos distraiga de nuestro objetivo. Un deseo sin esperanza es un deseo en horizontal, hacia los lados: su campo de actuación se mantiene dentro de los límites de lo posible, es decir, de lo humano.

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En cambio, el deseo esperanzado es un deseo en vertical, un anhelo de lo imposible; un billete de ida a lo divino. “La inspiración existe –decía el pintor- pero debe encontrarnos trabajando”. Es norma de obligado cumplimiento en los cenáculos de los filólogos modernos (las facultades, las revistas, las editoriales), bajo amenaza de total ostracismo, el renunciar al deseo esperanzado y mantenerse en el campo del deseo horizontal. Su predisposición se orienta así, definitivamente, hacia los lados; se trata entonces de traducir a otro lenguaje humano lo que ya está dicho en uno primero. A esto mismo se refiere Henry Corbin cuando denuncia, frente a un texto de carácter simbólico, el peligro de una “caída en el alegorismo”: o sea, un mantenerse en el mismo plano del ser. De lo cual resulta un despojamiento del componente más luminoso del arte, a saber, su carácter de catapulta ontognoseológica.

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Con esa disposición hacia arriba de las potencias, dice Daumal, la expedición logró forzar la entrada en el Monte Análogo. Así pues, los cálculos, los deseos y los esfuerzos del profesor Sogol y sus vigorosos compañeros lograron el éxito: entrar en un nuevo mundo, en un territorio en el que se daba la posibilidad efectiva de un ascenso hacia lo divino. Pero enseguida añade: “Eso nos parecía”. ¡Eso les parecía! No el que fuera un mundo nuevo, ni que el ascenso fuera posible, de todo lo cual no cabe duda alguna; sino el que con aquella disposición se lograra forzamiento alguno.

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La entrada en la isla donde se alza el Monte Análogo responde a la misma lógica de la que depende el entusiasmo; esa lógica captada, de forma exacta, por mi Teorema. En realidad, el éxito de la aventura no es el resultado de ninguna suma de cálculos, deseos y esfuerzos: todo ello les confería a sus miembros, únicamente, mayores probabilidades. Y es que la entrada en ese mundo nuevo no depende en último término de lo que hombre haga o deje de hacer, sino que depende, definitivamente, de lo que se decida desde el otro lado.

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Lo dejamos aquí por ahora; seguiremos con ello, desde este punto, en la próxima sesión de Entusiasmosofía…

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21 de agosto de 2011

Entusiasmosofía (II)

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Fenomenología entusiasmosófica aplicada:

Factores y vectores del Rayuela insólito

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Tú te lo has buscado, Omar

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Vamos a visualizar, de una forma esquemática, las diferencias fenomenológicas entre la Rayuela común y el Rayuela insólito. Para empezar, tomemos la obra Rayuela como el Factor R; a su autor, Cortázar, como el Factor C; y a su lector, un lector cualquiera, como el Factor L. De este modo obtenemos el siguiente esquema:

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Fenómeno =

C R L

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Esto puede leerse como «C escribe R, y R es leído por L»; lo cual puede aplicarse a Rayuela como podría aplicarse a cualquier otra novela. Este esquema, de carácter meramente horizontal, describe la visión común sobre la obra: y desde este punto de vista, la novela Rayuela no es distinta a las otras.

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Aunque Rayuela, y dentro aún de la visión común que se tiene de esta obra, presenta ciertamente una particularidad, ya que no hay otras novelas que ofrezcan dos posibilidades distintas de lectura. Pero ello no nos lleva a modificar sustancialmente ese esquema inicial; es suficiente con desdoblarlo en dos variables, preservando para ambas su carácter estrictamente horizontal.

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Pongamos que la lectura corrida, que llega tan sólo hasta el capítulo 56, sea bajo esta particularidad el Factor R 56; y que la lectura salteada, que combina hasta 155 capítulos, sea el Factor R 155. De este modo obtenemos este primer esquema:

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F1 =

C R 56 L1

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Y este segundo:

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F2 =

C R 155 L2

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Las variables L1 y L2 pueden ser dos lectores distintos, o pueden ser un mismo lector que haya emprendido las dos posibilidades de lectura en momentos distintos. Podemos añadir todavía un tercer esquema, bajo el supuesto de que sea legítimo leer Rayuela en un orden arbitrario, distinto a los dos que establece el Tablero de Dirección, y establecido libremente por el propio lector (es un supuesto de carácter posmoderno, que yo comparto sólo con reticencias)

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F3 =

C R arb. L3

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Con estos tres esquemas F1, F2 y F3 se contempla enteramente la fenomenología propia de la novela Rayuela. Tal como se ha entendido la obra hasta hoy, no hay más posibilidades, por más que F3 tenga una variabilidad prácticamente infinita. Los tres esquemas coinciden en dos aspectos: su unidimensionalidad horizontal, y la intención sostenida por el lector de leer Rayuela como novela.

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Mi Teoría del Entusiasmo postula un esquema bastante más complejo. Aunque la base para este nuevo esquema es única: se aplica únicamente a la versión para lectores activos, R 155, que coincide con la totalidad del libro. No se contempla la versión para lectores pasivos, que es una lectura parcial; y sólo se contempla la lectura arbitraria en la medida en que el lector respete fielmente la integridad del libro. La cuestión es que el lector pase necesariamente por ciertos capítulos clave, contenidos todos ellos en el conjunto de los Capítulos Prescindibles, y que son precisamente los que llevan a cambiar la intención “leer una novela” por la intención “desaforarse”; los que llevan a superar el campo gravitacional del género novela para entrar en la órbita del Rayuela insólito. El esquema que yo planteo sitúa Rayuela como un libro realmente excepcional, como un caso único en el marco de la literatura moderna.

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El Factor C y su doble

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Para empezar, saquemos a colación el cap. 82, que constituye justamente el texto fundamental de toda mi Teoría. Ahí es donde Cortázar confiesa escribir bajo el dictado de una fuerza a la que él no controla: “Si lo que quiero decir (lo que quiere decirse) tiene suficiente fuerza, inmediatamente se inicia el swing…” (las cursivas, en el original). Según el texto de este capítulo, el sujeto creador se halla poseído por la fuerza de una instancia superior y desconocida, durante un tiempo de duración impredecible, que le inspira la realización de su obra. “Así por la escritura –dice también el capítulo- me acerco a las Madres…”.

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A raíz de esta declaración, el Factor C entra en controversia: ¿Quién es el verdadero autor de Rayuela: Cortázar, o esa misteriosa fuerza? ¿No será esta fuerza algo así como el daimon personal del escritor, que quizá habitaba en su pipa, como el de Sócrates en la pared de su casa? ¿No será acaso la Musa, que dictaba al oído de Cortázar los contenidos de la obra? ¿O fue más bien un jinn, empecinado tal vez en vengarse de ese género novelístico que ignora a su clase de forma contumaz? Daimon, Musa, jinn o ángel: sea lo que fuera, y sin renegar de esta saludable indeterminación, nuestra fenomenología debe contemplar este asunto. La fenomenología del Rayuela insólito no puede ser la común; debe ser una fenomenología entusiasmosófica. La cuestión es ¿cómo podemos representarlo?

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Afortunadamente, desde la aparición de la página 0 del “Cuaderno de Bitácora” (presumiblemente apócrifa), felizmente descubierta el pasado mes de mayo (véase la entrada pertinente de este blog), disponemos del instrumental adecuado para tratar esta cuestión. El Mapa de la Conciencia Humana que aparece dibujado en esa página establece ciertas diferencias de nivel –de nivel onto-gnoseológico- en un sentido vertical; es precisamente esta nueva dimensión, la verticalidad, la que nos permitirá describir la fenomenología de una creación compartida. Reelaboramos aquí un extracto de ese Mapa:

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Nivel 2: Incognosfera (lo desconocido)

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-------------------(línea Epistemoclina)-----------------

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Nivel 1: Cognosfera (lo conocido)

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Desde este nuevo punto de vista, debe decirse que el Factor C es el autor de la obra –o, más bien, su co-autor- solamente en el plano de lo conocido. Su lugar, por lo tanto, se encuentra en el primer nivel: la Cognosfera. Entre él y el plano superior se halla la línea Epistemoclina, la barrera que separa el mundo de lo conocido del mundo de lo desconocido. Tenemos un «vector de tránsito» que permite atravesar esta línea, es decir, que facilita el flujo y la comunicación entre ambos niveles: este vector es el «swing», el “balanceo rítmico” del escritor. Por último, debemos postular ese nuevo factor participante en la fenomenología rayuelística, el co-autor desconocido de la obra: para permanecer afines al lenguaje cortazariano, vamos a llamarlo el Factor C Paredro. Todo ello queda recogido del siguiente modo (la línea horizontal representa la Epistemoclina, y la vertical, el «swing»):

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C Paredro

¦

-------------------

¦

C

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El Factor L y su doble

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La co-creación no es el único rasgo definitorio de la obra que estamos analizando; también debe contemplarse la co-recepción, la dualidad en el lector, con un carácter equivalente y proporcional a la dualidad propia del primer factor. El mismo desdoble vertical le compete igualmente al Factor L, el lector de Rayuela; o, por lo menos, a ese “cierto lector” que es el que nos interesa aquí. A este respecto, como capítulo clave, podemos considerar el 97, cuando dice:

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Por lo que me toca, me pregunto si alguna vez conseguiré hacer sentir que el verdadero y único personaje es el lector, en la medida en que algo de lo que escribo debería contribuir a mutarlo, a desplazarlo, a extrañarlo, a enajenarlo

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Tal como prescribe este capítulo, al lector pasivo le incumbe un estado mental «emplazado, aforado, centrado y cubierto»; y al lector activo y cómplice le corresponde por contraste un estado «desplazado, desaforado, descentrado y descubierto». Traducido en términos de mi Teoría, tal distinción se establece en aras de la ausencia o la presencia del Entusiasmo en el lector.

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La presencia del vector «entusiasmo» (“estar poseído por el dios”) establece, como lo hacía el «swing» para Cortázar, el acceso del Factor L al otro lado de la Epistemoclina, es decir, a la Incognosfera, donde por lo tanto cabe contemplar una versión parédrica del lector de Rayuela:

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L Paredro

¦

-------------------

¦

L

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El Factor R y su doble

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Y esto no termina aquí: El texto del libro, el factor R -en particular R 155, insisto-, también se ve afectado por esta misma circunstancia. En el capítulo 79, por poner un ejemplo, se nos dice:

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Intentar en cambio un texto que no agarre al lector pero que lo vuelva obligadamente cómplice al murmurarle, por debajo del desarrollo convencional, otros rumbos más esotéricos. Escritura demótica para el lector-hembra (…), con un vago reverso de escritura hierática.

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La versión salteada de Rayuela tiene su propio doble parédrico al otro lado de la Epistemoclina; se trata de otro habitante desconocido de la Incognosfera. Este nuevo Factor es lo que Cortázar describió en 1960 como “repetición de un episodio” y como “crónica de una locura” (en carta a Jean Barnabé: véase la web www.expedienteamarillo.com); es decir, se trata precisamente de mi «Rayuela insólito», y así lo llamaremos: Factor R Insólito. A la sazón, debe postularse aquí, para este nuevo factor, y en aras de la analogía, la existencia de un nuevo vector de tránsito, un equivalente textual del «swing» para el Factor C y del «entusiasmo» para el Factor L: lo vamos a llamar vector de Transfiguración Textual.

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De lo que resulta:

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R insólito

¦

-------------------

¦

R 155

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Nuevo esquema al completo

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Reuniendo todos los nuevos elementos, completamos definitivamente el esquema entusiasmosófico para F2 -ahora Fe (Fenómeno entusiasmosófico)- que quedaría como sigue:

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Fe =

C ParedroR insólitoL Paredro

¦…...........................……¦….…….……...……¦

----------------------------------------------------------

¦…..............................…..¦….………....………¦

C……….….......R 155……..….….L

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¡Vaya! ¡Qué bello esquema me salió! ¡Cuán científico y, a la vez, cuán maravilloso! Yo tendría por lema “Ponga un esquema en su vida”, si no fuera porque las mentes cerradas lo malinterpretarían en seguida.

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Las virtudes de este esquema van a verse ya a corto plazo: este nuevo instrumental, con la visualización inmediata que permite de los seis factores entusiasmosófico-fenomenológicos que intervienen en el Rayuela insólito y sus tres vectores, hará para mí más fácil continuar la tarea emprendida en la “vía negativa (4)” sobre el tratamiento del “estado de gracia” en la literatura crítica sobre Rayuela.

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Sobre este esquema podemos ver, por ejemplo, cuáles son los puntos fuertes y los puntos débiles en “La cachetada metafísica” de Luís Harss, que ya comentamos en el último artículo, el día 11 de este mismo mes. Como puntos fuertes, Harss tiene los Factores C y C Paredro, y también L y L Paredro, así como sus respectivos vectores, el «swing» y el «entusiasmo»; todos estos aspectos aparecen tratados de forma relativamente extensa y, además, repetida (si damos por válida su primera formulación, aunque sea relativa a la cuentística de Cortázar). Y como puntos débiles, indudablemente, el artículo de Harss tiene el Factor R insólito y el «vector de Transfiguración Textual» -a los que apenas dedica un par de frases, por lo demás demasiado vagas-, así como la falta de la debida conexión entre estos dos últimos elementos y los seis anteriores.

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Nuestra Teoría del Entusiasmo dispone ahora, gracias a la Fenomenología Entusiasmosófica y a la página 0 del “Cuaderno de Bitácora”, de un nuevo y hermoso elemento de trabajo. ¡Felicidades!

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25 de mayo de 2011

EL HALLAZGO DEL SIGLO

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Sorprendente noticia:

Aparece en Italia la página 0 del “Cuaderno de Bitácora” de Rayuela

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Tareas de re-catalogación en el Archivo Leonardiano han permitido descubrir este manuscrito de Julio Cortázar, que no se daba por perdido porque nadie sabía de su existencia. La hoja muestra un inaudito “Mapa de la conciencia humana”, que por primera vez permite contemplar gráficamente las respectivas localizaciones cognitivas tanto de la novela Rayuela como del Rayuela insólito.

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Vinci (Hache).- Albricias en el mundo cortazariano. El hallazgo fortuito de la página 0 del “Cuaderno de Bitácora” de Rayuela ha sorprendido a todo el mundo. La hoja presenta evidentes signos de haber sido arrancada con violencia del cuaderno de la que procede, quizá por el propio autor. Ni siquiera Ana María Barrenechea, receptora en exclusiva del manuscrito original, tenía la menor constancia de este fragmento inicial del mismo, cuyo contenido puede arrojar nuevas luces sobre la génesis de la mayor obra del escritor argentino. Dada la presencia impensada de este papel en los archivos de Leonardo, se podría llegar a creer que el autor de Último Round lo enviara por correo transhistórico al genio de la Italia renacentista. De ser este el caso, se perfilaría aquí la figura de un Cortázar humildemente convencido de estar dando buena cuenta de un resorte fundamental de la mente humana, y deseoso de compartirlo con uno de sus pares.

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Aunque algunos, como el editor de los anteriores Papeles Inesperados, Carles Álvarez Garriga, hayan preferido no hacer de momento ninguna declaración al respecto, la reacción de otros expertos no se ha hecho esperar. Hay quienes ven importantes motivos para dudar de la autenticidad del documento –el grafismo del manuscrito, por ejemplo, difiere ostensiblemente de la caligrafía personalísima e intransferible del ínclito firmante de Rayuela, según señala el doctor Jovellanos, quien llega al extremo de denunciar un apocrifismo flagrante-. Distinta es la postura de un pródigo Jorge Fraga (célebre autor del Expediente Amarillo, y que fue el primero en publicar en su blog, hace apenas unos días, la única imagen hasta ahora disponible de la susodicha hoja) quien confiesa que en otros casos similares él no se hubiera fiado ni de sí mismo, pero que esta vez ese mapa con sus curiosos neologismos encaja perfectamente con sus tesis sobre el Rayuela insólito, y las confirma. “Por esa sencilla razón, aun en el improbable caso de que la página recién hallada no fuera del propio Cortázar sino de alguno de sus mejores epígonos”, declara el reputado crítico, “este asunto resultaría igualmente merecedor de la entera atención del público”. La controversia, pues, está servida. Hasta la aparición de nuevos datos, nosotros mantendremos una prudente cautela. ¡Ciao!

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