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“...lo que los hombres llaman misterios se cumple de manera totalmente profana. La protesta heraclítea es así fácil de comprender: parte de una exigencia de autenticidad y de interioridad. No basta haber sentido o aprehendido, ni ser capaces de repetir; es preciso también haberse cambiado. No basta asistir a la ceremonia, es preciso también estar presentes.” Por esta exigencia de interioridad auténtica, opuesta a las prácticas exteriores tanto del culto popular como de los ritos mistéricos, Heráclito “habría rechazado la función que se le quería hacer cumplir en una comedia de iniciación, y habría transportado su exigencia a un drama de la enseñanza”. (...) en la nueva misión que asume se encuentra frente a una especie de tragedia: la imposibilidad de comunicar con los άξύνετοι (incapaces del ξυνόν, o sea, de comunión) que incluso oyendo el logos común siguen siendo sordos como antes –presentes están ausentes
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Rodolfo Mondolfo,
Heráclito: textos y problemas de su interpretación
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