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De este modo, el sendero directo de lucidez apolínea que en principio me había planteado seguir se convierte inevitablemente en un laberinto hermético. El secreto que demandaba ser revelado de una sola vez, en una visión o en una obra de arte, sólo puede ser expuesto de manera indirecta. Así, el libro avanza menos por lógica que por analogía, y cada capítulo se vincula con el siguiente menos por un razonamiento lineal que por lo que los antiguos llamaban correspondencia y simpatía. Idealmente, se puede considerar este libro como una especie de prisma rotatorio, en el que cada capítulo va presentando una faceta del conjunto. Mejor todavía, cada uno de ellos puede ser concebido como un rayo de luz difractada cuya fuente –el fuego secreto- proyecta un arco iris más allá de este libro, o quizá de cualquiera.
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El secreto es, sobre todo, una manera de mirar.
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Patrick Harpur, El fuego secreto de los filósofos
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