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Cortázar tendió numerosos puentes entre la cara visible de Rayuela (es decir, la novela) y su cara oculta (el Disculibro), y les dio el nombre de «intercesores». Siempre metafóricos, siempre distintos, siempre ambiguos, los intercesores repiten una y otra vez la misma idea: un contenido secreto, más profundo, más auténtico, se esconde tras la fachada de lo literal. ¿Cuántas veces lo dijo el autor? ¿Cuántas metáforas distintas utilizó?
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Los intercesores 71, 72 y 74 constituyen
igualmente los borrados 9, 10 y 11, respectivamente.
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Rayuela,
capítulo 28
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Y vos, Horacio, ahora que me acuerdo, eso que dijiste hoy del cuadro de
Rembrandt estaba bastante bien. Hay una metapintura como hay una metamúsica, y
el viejo metía los brazos hasta el codo en lo que hacía. Sólo los ciegos de
lógica y de buenas costumbres pueden pararse delante de un Rembrandt y no
sentir que ahí hay una ventana a otra cosa, un signo. Muy peligroso para la
pintura, pero en cambio...
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Rayuela (y Manuscrito),
capítulo 46: «El misterio que tiene que
suceder»
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El viejo Trouille, qué personaje para Céline. Algún día te tengo que
contar, si es que vale la pena, y no la vale.
–Me gustaría –dijo Traveler.
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[Manuscrito: Sabés, parecería que no se puede hablar todavía, hasta
que ocurra alguna cosa que sea como un punto final, y entonces hasta lo podés
editar en papel jabón y venderlo en el Ateneo. [Pero] Esa cosa tiene que
suceder, ecco el misterio. Ni siquiera se sabe si tiene que suceder, o a lo
mejor ya sucedió y yo me quedé atrás, como los viejitos [os] que oyen hablar de
cibernética y mueven despacito la cabeza pensando en que ya va a ser la hora de
la sopa de fideos]
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–Sabés, todo está tan en el aire. Cualquier cosa que dijera sería como un
pedazo del dibujo del dibujo de la alfombra. Falta el coagulante, por llamarlo
de alguna manera: zás, todo se ordena en su justo sitio y te nace un precioso
cristal con todas sus facetas (...)
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–Ustedes, che, a lo mejor son ese coagulante de que hablábamos hace un
rato. Me da por pensar que nuestra relación es casi química, un hecho fuera de
nosotros mismos. Una especie de dibujo que se va haciendo
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Manuscrito,cap. 49:
«la grieta por donde mirar»
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Empiezo a explicarme el prestigio especial de esas noches únicas en que el
león mata al domador. No es sólo el horror, sino que se presiente lo que llamas
apertura, la grieta por donde alguna mirada podría /quizá/ filtrar, entender...
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Rayuela, capítulo 124
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Parecía proponer –aunque no llegaba a formularlo nunca– un camino que
empezara a partir de esa liquidación externa y interna. Pero había quedado casi
sin palabras, sin gente, sin cosas, y potencialmente, claro, sin lectores. El
Club suspiraba, entre deprimido y exasperado, y era siempre la misma cosa o casi
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Manuscrito,
cap. 141:
«La última caja»
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con Morelli cabía siempre sospechar una caja más pequeña dentro de la
supuestamente última
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