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Para la Teoría del Entusiasmo, Cortázar escribió Rayuela en una doble contabilidad textual: como texto A, en la
fachada, para los «lectores pasivos», tenemos una novela; como texto B, en lo profundo, para los «lectores
activos y cómplices», se esconde el libro
oculto. La existencia de éste último –el «Disculibro» para Cortázar, el
«Rayuela insólito» para nosotros– está anunciada por toda la obra en forma de
alusiones e indicios, siempre más o menos ambiguos, siempre más o menos
oscuros. Algunas pistas del mismo estilo figuran en los avant-textes de la obra (Manuscrito de Austin, Cuaderno de
Bitácora, Capítulos Desestimados), pero luego no se incluyeron en el libro. Al
leerlos, fácilmente puede deducirse que su ambigüedad era demasiado tenue para
el umbral de dificultad que Cortázar se había autoimpuesto. Aquí los
denominamos «borrados».
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El inédito
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El capítulo 141 de Rayuela
comienza con esta frase: «No llevaba muchas páginas darse cuenta de que Morelli
apuntaba a otra cosa». Esto es toda una declaración a favor de la existencia
del Rayuela insólito. La glosa de esa frase
vendría a ser: a poco que se vaya leyendo Rayuela,
uno descubre enseguida que hay algo oculto tras la fachada. Pero ¿cómo se descubre?
¿Y por qué tan rápido? Pues porque su autor no deja de recordárnoslo en cuanto
tiene la oportunidad, aunque siempre sea per
speculum et in aenigmate.
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En todo caso, en el Manuscrito de Austin este mismo capítulo se iniciaba
con unas líneas previas a esa frase. Esto fue lo que Cortázar suprimió:
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/¿Terminaría Morelli alguna vez su libro? Por el momento había una extraña
coincidencia entre su redacción y su lectura; muchos de sus admiradores vivían
a la espera de que publicara un nuevo volumen, al que muchos pasajes de los
tomos ya publicados remitían. En el Club se pensaba que esas remisiones eran
flechas al aire, que [quizá] alguna vez Morelli plantaría en el blanco, sin
garantía alguna. No a todos les gustaba que el autor diera por existente,
aunque inédito, un pasaje que quizá apenas existía en su imaginación/
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Para la visión común del libro esto no es sino un oscuro embrollo; por el
contrario, en estas líneas podemos reconocer hasta tres de los aspectos
contemplados por la Teoría.
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En primer lugar, la existencia del Rayuela oculto; ese «nuevo volumen» al que
otros pasajes apuntan como flechas a un blanco es en realidad aquél episodio
central y único que conforma para nosotros el verdadero argumento del libro.
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En segundo lugar, la estructura repetitiva de la obra; aquellos «tomos ya
publicados» a los que se alude son las distintas partes del libro (capítulos o
conjuntos de capítulos) que expresan en forma de variaciones ese contenido o tema central.
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Por último, la condición nunca explicitada (invisible, oculta) de ese mismo
tema; el verdadero episodio permanece para siempre «inédito», y lo único que se «edita» son sus
diversas variantes metafóricas. Es como unas variaciones musicales, ciertamente, pero con un tema que
no queda plasmado en la partitura y que existe únicamente en la mente del
compositor.
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Así pues, el tema, el modelo, siempre está ausente; ésa es la razón
por la que los miembros del Club se preguntan si Morelli terminará alguna vez
su obra. La auténtica culminación de la misma, desde este punto de vista, sólo
podría ser la narración directa y sin ambages de ese episodio central
continuamente escamoteado. Pero Morelli/Cortázar no tiene intención alguna de
'terminar' el libro de ese modo: esa es una tarea estrictamente reservada al
lector cómplice, que debe llegar a reconstruir ese episodio por sí mismo.
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Muy probablemente,
Cortázar pensó que en este pasaje se transparentaban demasiado sus verdaderas
intenciones; y en función de ello lo guardó en el cajón de borrados, junto con las
botellas y lazos de Mousqueton, las repeticiones de La piedra lunar, y tantos otros
fragmentos que seguiremos viendo en estas páginas.
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