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Entre
lo visible de Rayuela (la novela) y su parte oculta (el Rayuela insólito)
Cortázar dispuso multitud de pasajes, puentes, puertas y ventanas que
permitiesen el tránsito del uno al otro: el autor los denominó «intercesores».
En ellos se puede observar (siempre en modo metafórico) o bien una
contraposición entre lo oculto y lo manifiesto, o bien un cuestionamiento de lo
visible, o bien una vindicación de lo oculto. ¿Cuántas veces lo dijo? ¿Cuántas
metáforas distintas utilizó?
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Los diez intercesores que presentaremos entre ésta y las dos próximas entradas expresan nuevamente la
idea fundamental (hay algo oculto más allá de lo manifiesto), pero ahora desde la
perspectiva de los personajes, como si a ratos cobrasen cierta autoconciencia de no ser sino metáforas, instrumentos al servicio de un sentido misteriosamente encubierto.
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Rayuela, capítulo 45
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–Pero parecería que algo habla, algo nos utiliza para
hablar. ¿No tenés esa sensación? ¿No te parece que estamos como habitados?
Quiero decir... es difícil realmente
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Rayuela, capítulo 47
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Pensaba en Manú y Horacio al mismo tiempo, en el símil
de la balanza que tan vistosamente habían manejado Horacio y ella en la casilla
del circo. La sensación de estar habitada se hacía entonces más fuerte
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Rayuela, capítulo 47
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A Talita todo eso le pareció perfecto y a la vez tenía
algo de cubrecama o cubretetera, de cubre cualquier cosa, lo mismo que el
grabador o el aire satisfecho de Traveler, cosas hechas o decididas para poner
encima, pero encima de qué, ése era el problema y la razón de que todo en el
fondo siguiera como antes del té
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