Elementos para una TEORÍA DEL ENTUSIASMO

La cara oculta de RAYUELA. Por Jorge Fraga

21 de enero de 2017

Intercesores (...42, 43, 44, 45...)

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Entre lo visible de Rayuela (la novela) y su parte oculta (el Rayuela insólito) Cortázar dispuso multitud de pasajes, puentes, puertas y ventanas que permitiesen el tránsito del uno al otro: el autor los denominó «intercesores». En ellos se puede observar (siempre en modo metafórico) o bien una contraposición entre lo oculto y lo manifiesto, o bien un cuestionamiento de lo visible, o bien una vindicación de lo oculto. ¿Cuántas veces lo dijo? ¿Cuántas metáforas distintas utilizó?
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Los cuatro intercesores que presentamos hoy provienen de la correspondencia de Cortázar (como fue el caso del intercesor número 7, la carta a Manuel Antín). Asimismo, los cuatro contemplan una misma cuestión: la idea de que su libro, en último término, no es una novela. Una idea que constituye una pista sobre la existencia del libro insólito, pues ¿qué otra cosa sino la existencia del texto oculto, con su propósito iniciático, con su dimensión chamánica, podía llevar a Cortázar (y a nosotros tras él) a hablar de Rayuela como de algo distinto a una novela? Esta declaración la hizo el autor sólo de modo confidencial y sólo para unos pocos interlocutores: cabe pensar que eran aquellos que, al parecer de Cortázar, podían encajar en el perfil del lector cómplice. Para todos los demás, y sobre todo para el público en general, la condición novelística de la obra sólo podía ser un hecho incontrovertible. Y así ha sido hasta hoy, efectivamente. Y de un modo completamente hegemónico, podemos añadir, sin que nadie haya concedido la debida importancia a la oscilación terminológica que se manifiesta en los documentos siguientes; una oscilación que proviene –no lo olvidemos– de todo un conocedor de lo que conforma una novela.
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Carta a Francisco Porrúa,
13 de septiembre de 1963
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Mirá, la gente tiene de tal manera metida la literatura habitual en la cabeza, que muy pocos van a entender el sentido de “contranovela” que vos señalaste en la solapa. Es increíble que ni siquiera las rarezas –démosle ese nombre– formales del libro saquen a esos tipos de su actitud habitual que es, grosso modo, la de leer aborregadamente el libro, y después decidir (y escribir): a) si es novela, cuento o “nouvelle”; b) si sucede en la Argentina o en Upsala; c) si es erótica, católica o neorrealista; d) si está bien, regular o mal. Etcétera. Son tipos a los que les podrías poner delante un unicornio resplandeciente, y lo clasificarían como una especie de ternero blanco. (...) La rayuelita se va a ir jugando en veredas muy raras, algunas de ellas todavía sin baldosas.
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Carta a Graciela de Sola,
7 de enero de 1964
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La verdad es que sin esas subyacencias, que son para mí lo único que cuenta de verdad en el libro, yo habría escrito otra novela “inteligente” más
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Carta a Francisco Porrúa,
10 de mayo de 1966
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Pero como siempre en los USA, ni siquiera los más inteligentes intuyen la búsqueda metafísica del libro; lo ven y lo elogian y lo exaltan como novela, nada más 
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Carta a Jean Thiercelin,
1 de diciembre de 1966
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A mon tour je compte vous envoyer Marelle qui doit sortir chez Gallimard un de ces jours. Je ne sais pas si les romans t’interessent beaucoup, mais en tout cas il y a certains fragments qui peut-être te toucheront sur d’autres plans, une vision d’un autre ordre de réalité
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11 de enero de 2017

Intercesores (...38, 39, 40...) y Borrados (6)

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Para la Teoría del Entusiasmo, Cortázar escribió Rayuela en una doble contabilidad textual: como texto A, en la fachada, para los «lectores pasivos», tenemos una novela; como texto B, en lo profundo, para los «lectores activos y cómplices», se esconde el libro oculto.
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Los INTERCESORES son los anuncios proferidos por Cortázar sobre la existencia del texto oculto. Se hallan diseminados por toda la obra y también se los encuentra en otros textos relacionados con ella.
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Los BORRADOS son anuncios del mismo tipo, pero presentes únicamente en los avant-textes; su eliminación de la edición definitiva nos ayuda a establecer el nivel de ambigüedad finalmente fijado por el autor.
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El intercesor nº 40 coincide con el borrado nº 6; con anterioridad ya se comentó extensamente (véanse las dos primeras entregas de la serie dedicada a «Rayuela y Gurdjieff»).
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(38)
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Rayuela, capítulo 12
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Los intercesores, una irrealidad mostrándonos otra, como los santos pintados que muestran el cielo con el dedo. No puede ser que esto exista, que realmente estemos aquí, que yo sea alguien que se llama Horacio
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(39)
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Rayuela, capítulo 12
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Y había más que eso, había la intercesión, el acceso por las ilusiones a un plano, a una zona inimaginable que hubiera sido inútil pensar porque todo pensamiento lo destruía apenas procuraba cercarlo
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(40)
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Cuaderno, pág. 137:
Alfombras esotéricas
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Una idea de Luis Meana: Los dibujos de las alfombras afganas o persas son mensajes.
Variantes:
El sentido fue esotérico desde un comienzo.
El sentido se perdió por decadencia histórica, y durante generaciones se ha venido transmitiendo sin /que/ entenderlo.
Alguien de nuestros días lo descifra
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1 de enero de 2017

Intercesores (...35, 36, 37,,...)

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Entre lo visible de Rayuela (la novela) y su parte oculta (el Rayuela insólito) Cortázar dispuso multitud de pasajes, puentes, puertas y ventanas que permitiesen el tránsito del uno al otro: el autor los denominó «intercesores». En ellos se puede observar (siempre en modo metafórico) o bien una contraposición entre lo oculto y lo manifiesto, o bien un cuestionamiento de lo visible, o bien una vindicación de lo oculto. ¿Cuántas veces lo dijo? ¿Cuántas metáforas distintas utilizó?
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(35)
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Rayuela, capítulo 18
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Si hubiera sido posible pensar una extrapolación de todo eso, entender el Club, entender Cold Wagon Blues, entender el amor de la Maga, entender cada piolincito saliendo de las cosas y llegando hasta sus dedos, cada títere o cada titiritero, como una epifanía; entenderlos, no como símbolos de otra realidad quizá inalcanzable, pero sí como potenciadores (qué lenguaje, qué impudor), como exactamente líneas de fuga para una carrera a la que hubiera tenido que lanzarse en ese momento mismo
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(36)
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Rayuela, capítulo 18
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si todo eso fuera extrapolable, si todo eso no fuera, en el fondo no fuera sino que estuviera ahí para que alguien (cualquiera, pero ahora él, porque era el que estaba pensando, era en todo caso el que podía saber con certeza que estaba pensando, ¡eh Cartesius viejo jodido!), para que alguien, de todo eso que estaba ahí, ahincando y mordiendo pero sobre todo arrancando no se sabía qué pero arrancando hasta el hueso, de todo eso se saltara a una cigarra de paz, a un grillito de contentamiento, se entrara por una puerta cualquiera a un jardín cualquiera, a un jardín alegórico para los demás, como los mandalas son alegóricos para los demás, y en ese jardín se pudiera cortar una flor
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Rayuela, capítulo 48
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Y Manú, y el circo, y esa increíble idea del loquero de la que hablaban tanto en estos días, todo podía ser significativo siempre que se lo extrapolara, hinevitable hextrapolación a la hora metafísica, siempre fiel a la cita ese vocablo cadencioso
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31 de diciembre de 2016

Intercesores (...32, 33, 34...)

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Entre lo visible de Rayuela (la novela) y su parte oculta (el Rayuela insólito) Cortázar dispuso multitud de pasajes, puentes, puertas y ventanas que permitiesen el tránsito del uno al otro: el autor los denominó «intercesores». En ellos se puede observar (siempre en modo metafórico) o bien una contraposición entre lo oculto y lo manifiesto, o bien un cuestionamiento de lo visible, o bien una vindicación de lo oculto. ¿Cuántas veces lo dijo? ¿Cuántas metáforas distintas utilizó?
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Rayuela, capítulo 62
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Como si los niveles subliminales fueran los que atan y desatan el ovillo del grupo comprometido en el drama
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Rayuela, capítulo 99
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–Cree en el soma –dijo Oliveira–. El soma en el tiempo. Cree en el tiempo, en el antes y en el después. El pobre (...) no se ha dado cuenta de que nada se sostiene si no lo apuntalamos con miga de tiempo, si no inventamos en tiempo para no volvernos locos.
–Todo eso es oficio –dijo Ronald­­–. Pero detrás, detrás...
–Un poeta –dijo Oliveira, sinceramente conmovido­­–. Vos te deberías llamar Behind o Beyond, americano mío. O Yonder, que es tan bonita palabra.
–Nada de eso tendría sentido si no hubiera un detrás –dijo Ronald–.
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Rayuela, capítulo 31
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[Morelli] parecía buscar una cristalización que, sin alterar el desorden en que circulaban los cuerpos de su pequeño sistema planetario, permitiera la comprensión ubicua y total de sus razones de ser, fueran éstas el desorden mismo, la inanidad o la gratuidad. Una cristalización en la que nada quedara subsumido, pero donde un ojo lúcido pudiese asomarse al calidoscopio y entender la gran rosa polícroma, entenderla como una figura, imago mundis que por fuera del calidoscopio se resolvía en living room de estilo provenzal, o concierto de tías tomando té con galletitas Bagley
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21 de diciembre de 2016

Intercesores (...29, 30, 31...)

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Entre lo visible de Rayuela (la novela) y su parte oculta (el Rayuela insólito) Cortázar dispuso multitud de pasajes, puentes, puertas y ventanas que permitiesen el tránsito del uno al otro; el autor los denominó «intercesores». En ellos se puede observar (siempre en modo metafórico) o bien una contraposición entre lo oculto y lo manifiesto, o bien un cuestionamiento de lo visible, o bien una vindicación de lo oculto. ¿Cuántas veces lo dijo? ¿Cuántas metáforas distintas utilizó?
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(El intercesor número 30 coincide con el borrado número 3).

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Rayuela, capítulo 109
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tal vez el mensaje más penetrante del Oscuro era el que no había escrito, dejando que la anécdota, la voz de los discípulos la transmitiera para que quizá algún oído fino entendiese alguna vez
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Manuscrito de Austin, 
cap. 141
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muchos de sus admiradores vivían a la espera de que publicara un nuevo volumen, al que muchos pasajes de los tomos ya publicados remitían. En el Club se pensaba que esas remisiones eran flechas al aire, que [quizá] alguna vez Morelli plantaría en el blanco, sin garantía alguna. No a todos les gustaba que el autor diera por existente, aunque inédito, un pasaje que quizá apenas existía en su imaginación
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Rayuela, capítulo 109
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El libro debía ser como esos dibujos que proponen los psicólogos de la Gestalt, y así ciertas líneas inducirían al observador a trazar imaginativamente las que cerraban la figura. Pero a veces las líneas ausentes eran las más importantes, las únicas que realmente contaban
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13 de diciembre de 2016

Intercesores (...25, 26, 27, 28...)

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Entre lo visible de Rayuela (la novela) y su parte oculta (el Rayuela insólito) Cortázar dispuso multitud de pasajes, puentes, puertas y ventanas que permitiesen el tránsito del uno al otro: el autor los denominó «intercesores». En ellos se puede observar (siempre en modo metafórico) o bien una contraposición entre lo oculto y lo manifiesto, o bien un cuestionamiento de lo visible, o bien una vindicación de lo oculto. ¿Cuántas veces lo dijo? ¿Cuántas metáforas distintas utilizó?
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Rayuela, capítulo 56
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Si de hecho Traveler podía matarlo (…), todo lo movía a negar esa posibilidad en un plano en que su ocurrencia de hecho no tuviera confirmación más que para el asesino. Pero mejor todavía era sentir que el asesino no era un asesino, que el territorio ni siquiera era un territorio
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Rayuela, capítulo 84
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pienso en esos estados excepcionales en que por un instante se adivinan las hojas y las lámparas invisibles, se las siente en un aire que está fuera del espacio. Es muy simple, toda exaltación o depresión me empuja a un estado propicio a
lo llamaré paravisiones
es decir (la malo es eso, decirlo)
una aptitud instantánea para salirme, para de pronto desde fuera aprehenderme, o de dentro pero en otro plano,
como si yo fuera alguien que me está mirando
(mejor todavía –porque en realidad no me veo: como alguien que me está viviendo)
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Rayuela, capítulos 55 y 133
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y de todo eso nacía como una explicación que Traveler era incapaz de rechazar, un contagio que venía desde más allá, desde alguna parte en lo hondo o en lo alto o en cualquier parte que no fuera esa noche y esa pieza, un contagio [que] a través de Talita lo poseía a su vez, un balbuceo como un anuncio intraducible, la sospecha de que estaba delante de algo que podía ser un anuncio, pero la voz que lo traía estaba quebrada y cuando decía el anuncio lo decía en un idioma ininteligible, y sin embargo eso era lo único necesario ahí al alcance de la mano, reclamando el conocimiento y la aceptación, debatiéndose contra una pared esponjosa, de humo y de corcho, inasible y ofreciéndose, desnudo[,] entre los brazos pero como de agua yéndose entre lágrimas
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Rayuela, capítulo 133
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Bajamos en el montacargas, y él fue a cerrar una de las heladeras, era tan horrible.
–De manera que bajaste –dijo Traveler–. Está bueno.
–Era diferente –dijo Talita–. No era como bajar
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12 de diciembre de 2016

Intercesores (...22, 23, 24...)

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Entre lo visible de Rayuela (la novela) y su parte oculta (el Rayuela insólito) Cortázar dispuso multitud de pasajes, puentes, puertas y ventanas que permitiesen el tránsito del uno al otro: el autor los denominó «intercesores». En ellos se puede observar (siempre en modo metafórico) o bien una contraposición entre lo oculto y lo manifiesto, o bien un cuestionamiento de lo visible, o bien una vindicación de lo oculto. ¿Cuántas veces lo dijo? ¿Cuántas metáforas distintas utilizó?

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Rayuela, capítulo 51
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–Como si fuéramos vampiros, como si un mismo sistema circulatorio nos uniera, es decir nos desuniera. A veces vos y yo, a veces los tres, no nos llamemos a engaño. No sé cuándo empezó, es así y hay que abrir los ojos
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Rayuela, capítulo 52
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Hubiera tenido que hacerle sospechar a Traveler que lo que le contara no tenía sentido directo (¿pero qué sentido tenía?) y que tampoco era una especie de figura o de alegoría. La diferencia insalvable, un problema de niveles que nada tenían que ver con la inteligencia o la información
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Rayuela, capítulo 54
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Se estaban como alcanzando desde otra parte, con otra parte de sí mismos, y no era de ellos que se trataba, como si estuvieran pagando o cobrando algo por otros, como si fueran los gólems de un encuentro imposible entre sus dueños
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11 de diciembre de 2016

Intercesores (...19, 20, 21...)

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Entre lo visible de Rayuela (la novela) y su parte oculta (el Rayuela insólito) Cortázar dispuso multitud de pasajes, puentes, puertas y ventanas que permitiesen el tránsito del uno al otro: el autor los denominó «intercesores». En ellos se puede observar (siempre en modo metafórico) o bien una contraposición entre lo oculto y lo manifiesto, o bien un cuestionamiento de lo visible, o bien una vindicación de lo oculto. ¿Cuántas veces lo dijo? ¿Cuántas metáforas distintas utilizó?
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Los diez intercesores que presentaremos entre ésta y las dos próximas entradas expresan nuevamente la idea fundamental (hay algo oculto más allá de lo manifiesto), pero ahora desde la perspectiva de los personajes, como si a ratos cobrasen cierta autoconciencia de no ser sino metáforas, instrumentos al servicio de un sentido misteriosamente encubierto.
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Rayuela, capítulo 45
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–Pero parecería que algo habla, algo nos utiliza para hablar. ¿No tenés esa sensación? ¿No te parece que estamos como habitados? Quiero decir... es difícil realmente
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Rayuela, capítulo 47
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Pensaba en Manú y Horacio al mismo tiempo, en el símil de la balanza que tan vistosamente habían manejado Horacio y ella en la casilla del circo. La sensación de estar habitada se hacía entonces más fuerte
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Rayuela, capítulo 47
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A Talita todo eso le pareció perfecto y a la vez tenía algo de cubrecama o cubretetera, de cubre cualquier cosa, lo mismo que el grabador o el aire satisfecho de Traveler, cosas hechas o decididas para poner encima, pero encima de qué, ése era el problema y la razón de que todo en el fondo siguiera como antes del té
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1 de diciembre de 2016

Intercesores (...16,17,18...)

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Entre lo visible de Rayuela (la novela) y su parte oculta (el Rayuela insólito) Cortázar dispuso multitud de pasajes, puentes, puertas y ventanas que permitiesen el tránsito del uno al otro: el autor los denominó «intercesores». En ellos se puede observar (siempre en modo metafórico) o bien una contraposición entre lo oculto y lo manifiesto, o bien un cuestionamiento de lo visible, o bien una vindicación de lo oculto. ¿Cuántas veces lo dijo? ¿Cuántas metáforas distintas utilizó?

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Rayuela, capítulo 116
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…desde ese otro tiempo donde todo accede a la condición de figura, donde todo vale como signo y no como tema de descripción, intentan una obra que puede parecer ajena o antagónica a su tiempo…
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Rayuela, capítulo 99
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lo único claro en todo lo que ha escrito el viejo es que si seguimos utilizando el lenguaje en su clave corriente, con sus finalidades corrientes, nos moriremos sin haber sabido el verdadero nombre del día
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Rayuela, capítulo 28
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Como una figura de tarot, algo que tiene que resolverse, un poliedro donde cada arista y cada cara tiene su sentido inmediato, el falso, hasta integrar el sentido mediato, la revelación. Y así Brahms, yo, los golpes en el techo, Horacio: algo que se va encaminando lentamente hacia la explicación
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