·
La causa formal de Rayuela
3. El hallazgo
·
En el capítulo 65 de Rayuela se menciona a un tal «Gurdjiaeff». No
cabe duda de que este nombre remite en verdad a G. I. Gurdjieff, el maestro
espiritual fundador del Cuarto Camino; sin embargo, Cortázar cometió ahí una
errata deliberada –véase la primera entrega de esta serie– con el propósito de
señalar directamente al capítulo 30 de los Relatos
de Belcebú a su nieto, donde Gurdjieff habla precisamente del uso de
errores deliberados en el arte para transmitir mensajes.
·
Añadamos ahora una nueva consideración al respecto. A pesar de su evidente
proximidad gráfica, que los hace casi idénticos, y a pesar de que el
referente sea indudablemente el mismo individuo histórico, el apellido
«Gurdjiaeff», desde un punto de vista meramente fáctico, no es lo mismo
que el apellido «Gurdjieff». Lo cual nos permite decir algo que a primera vista
parece una boutade: a
saber, que el autor del Belcebú, en última instancia, no aparece en el libro de Cortázar. Y esta
afirmación tan peregrina cobra cierta importancia, a la sazón, cuando
consideramos lo que se dice en el capítulo 60 de Rayuela: que ciertos nombres «habían
sido tachados con un trazo muy fino» en el propio texto de la obra, «como si
fueran demasiado obvios para citarlos» (la cursiva es mía).
·
1. Dos ausencias demasiado obvias
·
Existen razones para pensar que Gurdjieff –teniendo en cuenta la
triquiñuela que acabamos de señalar– sea un nombre expresamente escamoteado en Rayuela.
Son las mismas razones, exactamente, que podemos aplicar para el caso de Henry
Corbin, cuyo nombre tampoco aparece en el texto del libro, por más que se
apunte inequívocamente al mismo, en el capítulo 71, con una remisión a «la
tierra de Hurqalyâ». En este sentido, tanto «Gurdjiaeff» como «la tierra de
Hurqalyâ» vendrían a ser las trazas textuales que dejó Morelli al tachar
‘finamente’ ambos nombres, las huellas de su borrado. Ambos autores son
tratados con una misma compostura, porque ambos tienen un valor equivalente
para nuestro escritor.
·
¿Cuál es ese valor? ¿Cuáles son esas razones? ¿En qué sentido podemos
considerar que Gurdjieff y Corbin, y en la misma medida, sean dos nombres
«demasiado obvios» dentro del contexto de Rayuela?
Toda respuesta radica en la premisa fundamental sostenida por la Teoría del
Entusiasmo, según la cual Rayuela está concebida como un texto doble,
con una cara manifiesta y otra oculta. Para concebir esta insólita estructura libresca,
tan alejada de los cánones y los usos literarios de nuestra cultura occidental
moderna, Cortázar se habría inspirado en los dos
autores referidos, que con medios y lenguajes muy distintos describen y explican
esa misma cuestión –la idea de una obra con doble contabilidad textual,
exotérica/esotérica– dentro del marco de ciertas tradiciones religiosas.
·
Pero todo esto, seguirán ustedes preguntando, ¿qué tiene de «obvio»
–incluso de «demasiado obvio»– en Rayuela?
¿Hasta qué punto podemos considerar «obvio» algo que absolutamente nadie, entre
los miles de lectores y los cientos de críticos de la obra, habría percibido
hasta hoy? Para nosotros está claro que la recepción común no ha comprendido el libro,
todavía hoy, en su auténtica naturaleza dual; pero esto no es culpa de
Cortázar. Para él, aunque sólo fuera mientras lo escribía, el carácter
esotérico del libro era algo que, efectivamente, saltaba a la vista; no por
nada se preocupaba de anunciarlo en mil formas distintas en la propia obra (véanse estos anuncios en la sección «Intercesores»).
·
Esta insistencia en anunciar la existencia de algo
oculto es lo que, al parecer de Cortázar, convertía en obviable (aunque solo sea para un
lector fuertemente interesado, como él mismo, en cuestiones metafísicas) toda
referencia directa y explícita tanto a Corbin como a Gurdjieff, divulgadores de
esas mismas estrategias artísticas o literarias. Corbin habla, en particular, de la tradición
mística y visionaria del Islam; Gurdjieff, por su parte, no especifica a qué
ámbito geográfico o cultural se refiere, pero su biografía permite suponer que
debió contactar con la misma tradición de la que habla el autor francés.
·
2. Elementos para una datación
·
No
hay forma de saber cuándo leyó Cortázar por vez primera a Corbin y a Gurdjieff.
Sin embargo, las piezas encajan tan sólo dentro de un esquema determinado. Por un lado, esa lectura tuvo que darse,
por supuesto, antes de escribir Rayuela.
Eso es perfectamente posible: los Beelzebub’s Tales aparecieron en 1950;
a su vez, el Avicenne de Corbin, donde ya encontramos todo lo necesario
para comprender el Ta’wîl islámico, fue publicado en 1954. También cabe pensar en el
ejemplar del Terre Céleste de Corbin conservado en la Biblioteca
Cortázar y leído de cabo a rabo por nuestro escritor, pero su fecha de
adquisición, en 1961, nos lo sitúa cuando la escritura de Rayuela ya
avanzaba a velocidad de crucero.
·
Por el otro lado, podemos pensar que esas lecturas no se realizaron antes
de 1958. Al ser tan grande su influencia sobre Rayuela, cabría pensar que en
su momento tuvieron un fuerte impacto en el espíritu del autor; pero al no
quedar constancia de ello, prácticamente nos queda como única
posibilidad el considerar que ambas lecturas fueron muy seguidas en el tiempo,
y que el proyecto de Rayuela surgió de ellas enseguida. De este
modo, tal impacto se vería cifrado en la misma concepción del libro, lo cual
nos situaría entre marzo de 1958, cuando el autor finaliza Los premios (aunque también pudo suceder mientras
redactaba esta última obra), y el inicio de la escritura de Rayuela, a finales de
ese mismo año.
·
Y esto explicaría asimismo la omisión de los dos nombres en cualquier documento
relacionado con el proyecto. Ninguno de los dos autores aparece mentado ni en
el Cuaderno de Bitácora ni en el Manuscrito de Austin; ambos pertenecen, desde
el principio, a las estructuras ocultas de la obra que ellos mismos han
inspirado. Tal como ya vimos en otro momento, el Cuaderno nos ofrece una cierta
validación de esta idea cuando nos dice que “El mensaje fue esotérico desde un
comienzo”.
·
3. La idea fundamental
·
...decidí consagrar mi integridad, a partir de entonces, a
la creación de condiciones tales que permitiesen el funcionamiento de esta
‘Sagrada consciencia’ que todavía permanecía en su subconsciente...
Gurdjieff, Relatos de Belcebú a su nieto
Por lo que me toca, me pregunto si alguna vez conseguiré
hacer sentir que el verdadero y único personaje que me interesa es el lector,
en la medida en que algo de lo que escribo debería contribuir a mutarlo, a
desplazarlo, a extrañarlo, a enajenarlo
Cortázar, Rayuela
·
Un texto de naturaleza dual, con una cara manifiesta y una cara oculta,
concebido para iniciar al lector a un nivel superior de la realidad: esta es la idea fundamental que Julio Cortázar extrae de Gurdjieff y de
Corbin y que constituye la piedra basal para la escritura de Rayuela. Tal idea se halla
presente en los pasajes sobre arte de los Relatos
de Belcebú a su nieto, de Gurdjieff, y también en los múltiples capítulos
de las obras de Corbin que tratan de la hermenéutica espiritual islámica, el
Ta’wîl.
·
Por
lo que se refiere a Corbin, ya hemos desarrollado en otros lugares cómo se
manifiesta en él la idea fundamental (véase la sección «Un Ta’wîl poético»).
Ahora traeré a colación únicamente el siguiente fragmento, extraído de La imaginación creadora, que nos
permitirá establecer una rápida comparativa.
·
Y éste es el ministerio del Imam, el «guía espiritual» (…) Su «magisterio»
es un magisterio iniciático; la iniciación al ta’wîl es nacimiento espiritual (wilâdat
rûhânîya). Porque aquí, como ocurre con todos aquellos que lo han
practicado en el Cristianismo sin confundir el sentido espiritual con la
alegoría, el ta’wîl permite el acceso a un mundo nuevo, a un plano superior del
ser
·
Y por fin acudimos al objeto de nuestra actual investigación: Gurdjieff. La
misma idea fundamental aparece formulada en el Libro Segundo del Belcebú, en el capítulo 30,
consagrado al arte:
·
»Personalmente, os propongo que para realizar esta transmisión [del
verdadero saber a las generaciones futuras] nos sirvamos, por una parte, de las
llamadas ‘Afalkalnas’ humanas, es decir, de diversas obras hechas por la mano
del hombre (…)
»Si en las obras que he mencionado introducimos informaciones útiles, así
como el verdadero saber al cual ya hemos llegado, podemos confiar en que todo
ese material llegará a nuestros descendientes más lejanos, que algunos lo
descifrarán y que los demás tendrán entonces la posibilidad de utilizarlo para
su propio bien (…)
»Para servir de "clave", deberemos introducir en nuestras obras algo como
un Legominismo [particularismo de Gurdjieff, sinónimo de iniciación],
asegurándonos de que se transmitirá de generación en generación a través de un
tipo particular de iniciados, a los que denominaremos "Iniciados en el arte" (Relatos
de Belcebú a su nieto, Málaga, Sirio, 2001, pp. 376-378)
·
¿Cómo no pensar, aquí, en esa frase del capítulo 79 de Rayuela, «Lo que el autor de
esa novela haya logrado para sí mismo, se repetirá (agigantándose, quizá, y eso
sería maravilloso) en el lector cómplice»? Este famoso «lector activo y
cómplice» cortazariano no es sino un exponente de esos «iniciados en arte»
que postula Gurdjieff. A la sazón, el expediente que ese lector debe cumplimentar en Rayuela se corresponde con lo que se pide a su
homólogo gurdjieffano:
·
»En todas las obras que creemos intencionalmente según los principios de
esta ley (…) insertaremos deliberadamente ciertas inexactitudes, también de
acuerdo con leyes, y es en esas inexactitudes donde depositaremos, con los
medios de que dispongamos, el contenido de uno u otro de los verdaderos
conocimientos que posee el hombre en la actualidad (Belcebú, ed. cit.,
p. 378)
·
Comparemos esto con la «nota pedantísima» de Morelli transcrita en el mismo
cap. 79:
·
Provocar, asumir un texto desaliñado, desanudado, incongruente,
minuciosamente antinovelístico (…) la novela cómica (…) deberá transcurrir como
esos sueños en los que al margen de un acaecer trivial presentimos una carga
más grave que no siempre alcanzamos a desentrañar
·
Gurdjieff hablaba de «Insertar deliberadamente ciertas inexactitudes»; ¿no es esta la lógica que
subyace, en Rayuela, a la
interposición de los «Capítulos prescindibles» entre los capítulos de la
novela? El lado novela de Rayuela (capítulos 1 a 56) viene a constituir
algo así como una ‘ley’ que todos conocen, mientras que los «Capítulos
prescindibles» (57 a 155) vienen a interponerse en sus entrañas al modo de
«inexactitudes» (Gurdjieff) o «incongruencias» (Cortázar) que debieran inducir
al lector activo a realizar un salto hacia ese otro plano del ser en el cual se
halla oculto el Rayuela insólito. Aunque ya sabemos: « ¿quién
está dispuesto a desplazarse…?»
·
La idea de sembrar el texto de Rayuela con pistas e indicios que apunten a la
existencia del libro insólito, sin expresarlo nunca de un modo completamente
directo y explícito, también tiene su modelo en las enseñanzas de Gurdjieff,
esta vez a través de Ouspensky:
·
»El conocimiento puro no se puede transmitir; pero si se expresa por medio
de los símbolos, se encuentra cubierto como con un velo que, para los que
desean verlo y saben cómo mirar, se vuelve transparente.
»En este sentido, se puede hablar de un simbolismo del lenguaje, aunque
este simbolismo sea raramente comprendido. Pues aquí se trata de comprender el
sentido interior de lo que se dice; esto sólo es posible a partir de un grado
bastante elevado de desarrollo, y supone
en el que oye un cierto estado y los esfuerzos correspondientes (…)
»[Un hombre] Debe comprender ante todo que no llegará jamás a la ciencia
antes de haber hecho los esfuerzos necesarios, y que sólo su trabajo sobre sí
mismo le permitirá alcanzar los que busca. Nadie le podrá dar lo
que no posea ya; nadie podrá realizar jamás en su lugar el trabajo que debe
hacer para sí mismo. Todo lo que otro puede hacer por él es estimularlo a
trabajar, y desde este punto de vista, el símbolo, comprendido debidamente,
desempeña el papel de un estimulante con respecto a nuestra ciencia [Fragmentos..,
ed. cit., pp. 413-415]
·
Glosando este extracto, podemos decir que todo lo que Cortázar puede hacer
por el lector activo de Rayuela es estimularlo a trabajar. Luego, a tal
lector le corresponde hacer «los esfuerzos necesarios»: no sólo para buscar ese
misterio que se oculta tras la fachada, sino también para descubrir previamente
que ese misterio, en realidad, existe.
·
La doble posibilidad de lectura, la teoría
de los dos lectores, o la visión del autor como shamán constituyen tres aspectos fundamentales del
mayor libro de Cortázar que provienen directamente de su carácter esotérico.
Este aspecto, sistemáticamente obviado por la visión común del libro, es en
realidad lo más determinante de la mayor obra de Cortázar. Su piedra basal, sobre
la cual descansan todas sus características formales. En síntesis: la lectura
de Gurdjieff y de Corbin constituyó la causa
formal de Rayuela.
·
·
·